sábado, 28 de noviembre de 2009

♣ PISHTACOS CONTRA AMAZÓNICOS

¿Uso de pishtacos contra amazónicos? Por Rodrigo Montoya Rojas Con cara de felicidad, un general de la policía, informó que “el mito de los pishtacos se ha convertido en realidad”. Una supuesta banda de pishtacos habría asesinado a 200 personas en los últimos 30 años, extrayéndoles la grasa y vendiéndola a quince mil dólares litro a unos colombianos o italianos que la convertirían en un finísimo producto de belleza. No dijeron quiénes son esos colombianos o italianos que trafican con cadáveres, de qué producto de belleza se trata, cuál es la empresa que lo comercializa, en qué mercados, y, ni una sola palabra sobre los comparadores.
Pueden los policías contar las historias que quieran siguiendo un libreto o no, lo grave es que el 95 % de los medios de comunicación de todos los colores le presten gran atención.
Los seres humanos tenemos una fantasía extraordinaria, inventamos a personajes como Adán y Eva, el cielo de ángeles, el infierno de demonios, Papá Noel, Manco Cápac y Mamá Occllo. Desde tiempos prehispánicos los quechuas inventaron a los pishtacos o nakaqs como degolladores y extractores de grasa humana. En esa ficción, grasa es un símbolo de algún recurso económico cuya apropiación por “extranjeros” crea serios problemas y reacciones en contra. En contextos distintos y siempre renovados, los pishtacos reaparecen de tiempo en tiempo, hasta hay madres que los nombran para asustar a sus hijos si no toman la sopa. Los pishtacos de la ficción han pasado de los Andes a la Amazonía, inmediatamente después de la rebelión de Bagua. ¿Simple coincidencia? Por la enorme atención mediática al informe policial, los amazónicos en general son presentados ahora como degolladores y traficantes de grasa humana; antes, como narcotraficantes, terroristas y perros del hortelano. Con excepción de unos pocos columnistas, los medios despliegan páginas y horas para hablar de los que matan y sacan la grasa y no se les ocurre preguntar por los empresarios italianos y sus consumidores de lujo que serían grandes criminales si la historia contada por el general de policía tuviese algo de verdad. Pasará el tiempo, los medios olvidarán el tema, y en el inconsciente colectivo de las clases altas, las capas medias y los llamados sectores populares, se anidará la ecuación amazónico= narcotraficante, terrorista, perro del hortelano, pishtaco. En otras palabras, más gasolina para apagar el fuego. Esperemos lo que digan y hagan los amazónicos sobre esta historia, ahora que, felizmente son ya dueños de sus voces. La Primera

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