domingo, 2 de agosto de 2009

LOS CAMINOS DE LA IDENTIDAD: Nuevo libro de Fernando Fuenzalida Vollmar(antología de sus principales ensayos)

Los caminos de la identidad Por: Jorge Paredes Ese Santiago de rostro blanco e impávido, con la espada en alto, pasando el caballo por encima de indios aterrados y mo- ribundos, envueltos en sus trajes de gala, es tal vez la imagen más perturbadora de la Conquista. De cómo ese pavor congelado de los caídos quedó internalizado para siempre como el símbolo del fin de una etapa y el inicio de otra nueva e inexorable, que tenía a la religión como explicación y estandarte. Este cuadro anónimo de la Escuela Cusqueña abre el libro que reúne los ensayos del antropólogo Fernando Fuenzalida Vollmar en cerca de cincuenta años de trabajo intelectual. Una imagen que resume una vida académica abocada a entender ese encuentro violento que dio inicio al Perú, desde una posición insular dentro de los estudios antropológicos peruanos. Si algo caracteriza el trabajo de Fuenzalida es la multiplicidad de temas abordados: la etnicidad y las comunidades andinas, la cosmología andina, la historia de las religiones, los movimientos mesiánicos, las nuevas mitologías posmodernas, la figura del poder, la filosofía alemana, entre otros; y todos estos tópicos desarrollados con una apasionada erudición, muchas veces a contracorriente de las ideas de su tiempo. ESPEJISMO RACIAL Dentro de esta vasta producción compendiada en este volumen, tomemos como ejemplo el tema de la identidad, a partir del sustancioso ensayo “Poder, raza y etnia en el Perú contemporáneo”. Este texto fue escrito en 1970, cuando el país experimentaba enormes transformaciones sociales, y dejaba de ser una sociedad rural para adquirir un rostro más urbano. Hasta ese momento, la mayoría de científicos sociales dividía a la población peruana en tres niveles: el indio como el estrato inferior, el mestizo como espacio intermedio y el criollo como el punto elevado de la pirámide. Tomando como referencia su trabajo de campo en Huayopampa, Canta, Lima; en San Pedro de Moya, Huancavelica; en Pisac, Cusco; y en la ciudad de Puno, Fuenzalida demuestra lo obsoleto e irreal de esa clasificación que poco decía de la gran heterogeneidad de los actores sociales que conformaban el Perú de entonces. Así escribió que en el Perú lo que existe es un espejismo racial, que juzga alternativamente a todos los actores. El indio visto como deformado por el alcohol y la coca, el blanco como sensual, perezoso y frívolo, y el mestizo como una ambigüedad decadente, como si tomara lo peor de ambas razas. Cuando lo cierto o palpable era que aquí “el mismo individuo puede ser considerado indio desde un punto de vista y mestizo desde otro. (...) En Vicos y Marcará, Callejón de Huaylas, (...) un vicosino es indio y cholo para un marcarino pobre; este, a su vez, es indio o cholo para un marcarino rico, quien, por su parte, lo es para el limeño rico” (p. 151). Todo esto lo lleva a escribir que la sociedad peruana es una “sucesión de marginalidades” y que en vez de razas existen niveles subordinados conectados a través de “mediadores culturales”. Identidades múltiples Fuenzalida vaticina con esto el surgimiento de clases ocupacionales y económicas, que son características de sociedades posmodernas, temas que desarrollará después en dos ensayos: “La agonía del Estado-Nación” (2000) e “Identidad cultural e integración del pueblo peruano” (2005). En este último texto habla del mito de las razas y busca respuestas al ahora elusivo tema de la identidad: ¿Existe —se pregunta— una cultura característica del Perú o de los Andes que sea compartida por quienes habitan este territorio? Luego añade que las tres respuestas dadas a esta interrogante han sido fallidas, tanto la que da prioridad a la cultura andina y la que pone énfasis al aporte español y la que defiende la tesis del mestizaje homogéneo. Estas definiciones —agrega— son “una idealización simplista de una realidad más compleja”. Por eso prefiere hablar de “subculturas” que “no constituyen sistemas cerrados, sino subsistemas abiertos (...) una amplia gama de situaciones socioculturales que va desde la extrema urbanización de las elites hasta niveles de arcaísmo extremo y mera subsistencia” (p. 260). Concluye que la estratificación no se halla definida ni por la biología, ni la raza, ni por el carácter “étnico”, sino que opera por semejanzas y proximidades a la costa y a la ciudad de Lima. (...) “el prestigio de la moderna subcultura limeña, asociado al reconocimiento social, poder y riqueza, (...) sirve de referente común en la estratificación del sistema”. En otras palabras, Fuenzalida alude a esa movilidad social constante y ascendente que ha caracterizado al Perú, y que ha contribuido a hacer más compleja la diversidad. Leer más sobre Fernando Feunzalida: http://es.wikipedia.org/wiki/Fernando_Fuenzalida

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